Todo hombre es un símbolo
Léon Bloy emprende una tarea imposible: conciliar la grandeza humana y militar de Napoleón con el cumplimiento del destino divino que Dios le tenía reservado. En esta comunión imposible entre libre albedrío y Providencia, Bloy logra vindicar la magnitud del Emperador francés con su extraña y apasionada forma de entender el catolicismo.
La famosa tesis de Bloy en 'El Alma de Napoleón' es que Bonaparte es el rostro de Dios en las tinieblas, ya que la Historia es como un “inmenso Texto litúrgico, en el que comas y puntos valen tanto como capítulos y versículos enteros…”. Napoleón es también un “gesto de Dios a los francos” y la persona que prefigura lo que Otro más poderoso, más divino, hará en su segunda venida. Todo esto, porque los hechos históricos son “el estilo de la Palabra de Dios”.
Sorprende de Bloy, tantos años después, la audacia de su pretensión, el fuego de su prosa implacable, y la pasión con la que abraza y armoniza su devoción por Dios y por "el más glorioso de todos los mortales". Acostumbrado al manifiesto y al panfleto, su fraseología recuerda al peruano la inclinación de Alberto Hidalgo por el vituperio y la dignidad de la que se recubre para denigrar al resto, en este caso, la farisea y vieja Inglaterra, la bruta y cruel España, la Prusia enamorada de la guerra, las envilecidas cortes europeas que devolvieron con mezquindad lo que el francés perdonó con magnificencia.
Hoy uno lee a Bloy por su libertad ensayística, por la ya en su tiempo "incorrecta" filiación católica, por ser una cumbre estilística literaria. Sin embargo, uno sospecha que esta admiración no le hubiera agradado en lo absoluto. Él habría renegado de un acercamiento que se solace en el aplauso desde el formalismo, ante la constatación de que es imposible adherirse a sus postulados. Apena, sí, saber que incluso a comienzos del siglo XX era posible amalgamar fe con ideas, pues hoy se considera al catolicismo como una plataforma desde la cual es imposible dar un buen salto (con excepciones como Nancy, hay quien mencionaría a Zizek).
Otra cosa que sorprende del francés es su capacidad profética: “Para quien ve en el Absoluto, la guerra no tiene sentido más que si es exterminadora, y el Porvenir muy cercano nos los demostrará”. Sólo tres décadas después Hitler materializaba esta idea, extirpando de Napoleón y tomando para sí el emblema de Anticristo. Si alguien dudase de las capacidades adivinatorias de Bloy, páginas después añadirá: “El bandolerismo endémico y hereditario se amplió, se extravesó, se magnificó hasta procrear en nuestros días el Imperio alemán que acabará quizá por roerse a sí mismo, como los enterrados vivos, en el sepulcro del desprecio y de execración que el socialismo está preparándole”.
Aunque el nombre de la institución que auspicia esta web parezca de broma, es posible leer la versión íntegra del 'Alma de Napoleón' aquí. Pero si sobran unos cobres, es recomendable la módica edición del Fondo de Cultura Económica.
La recomendación:
Ya puestos a sondear la dimensión metafísica de las cosas, ¿qué tal 'El Hueco que Deja el Diablo' de Alexander Kluge?
Etiquetas: Léon Bloy, Nancy, Napoleón Bonaparte