miércoles, 12 de marzo de 2008

Ángel González


No buscaré un aniversario u otra excusa calendaria para compartir este poema. Cada vez que lo leo, y lo he hecho varias veces en estos días, pienso en cómo se nos escapa hacer una poesía que sea a la vez simple y compleja, que lo diga todo y lo esconda todo, que esté en el límite de lo explícito pero también sondeando la oscuridad. Éste es un poema hermoso. Se lo debemos a un viejo maestro (uno siempre tiene la edad que tuvo al morir). Es una pena que genios como él deban fallecer para que otros nos colmemos con sus palabras plenas. Si yo pudiera escribir alguna vez un poema -no digo versos, no digo la combinación afortunada de un adjetivo y un sujeto, digo, quiero decir, un poema- desearía que fuera éste. Ajeno a todo hermetismo, Ángel González ha creado el rasero bajo el cual debe medirse el logro lírico en lengua española. Por toda prueba, he caminado con su poema como un poseso, mostrándolo y leyéndolo por cubículos que se podrían definir como los antónimos perfectos de lo poético, e invariablemente las caras legas han mostrado asombro, los rostros escépticos han terminado haciendo preguntas, hay quien incluso pidió el nombre del autor, y más tarde, como si ignorase los alcances de mi pequeña revolución personal, he oído llamadas en las que voces nerviosas recitaban los versos con los que soñamos. El mejor homenaje que se le puede hacer a un poeta es leerlo. Hagámoslo entonces:

El poema:

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreir,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso-,
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando –luego- callas…
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.

La duda:

Como no tengo el libro donde aparece, he encontrado dos versiones del poema en Internet, uno que empieza con "Si yo fuera..." y otro que lo hace con "Si yo fuese...". Finalmente, me he inclinado por la versión que publica Gándara.

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2 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Si yo fuese tu chica
te llenaría de besos.

12 de marzo de 2008, 18:55  
Anonymous Anónimo ha dicho...

No pusiste el título de tan bello poema... Me parece que se llama "Me basta así", un amigo me lo hizo leer hace unos meses, quizá deberías incluir el título en el post... muy bueno!

14 de marzo de 2008, 13:57  

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