lunes, 24 de marzo de 2008

Todo hombre es un símbolo


Léon Bloy emprende una tarea imposible: conciliar la grandeza humana y militar de Napoleón con el cumplimiento del destino divino que Dios le tenía reservado. En esta comunión imposible entre libre albedrío y Providencia, Bloy logra vindicar la magnitud del Emperador francés con su extraña y apasionada forma de entender el catolicismo.

La famosa tesis de Bloy en 'El Alma de Napoleón' es que Bonaparte es el rostro de Dios en las tinieblas, ya que la Historia es como un “inmenso Texto litúrgico, en el que comas y puntos valen tanto como capítulos y versículos enteros…”. Napoleón es también un “gesto de Dios a los francos” y la persona que prefigura lo que Otro más poderoso, más divino, hará en su segunda venida. Todo esto, porque los hechos históricos son “el estilo de la Palabra de Dios”.

Sorprende de Bloy, tantos años después, la audacia de su pretensión, el fuego de su prosa implacable, y la pasión con la que abraza y armoniza su devoción por Dios y por "el más glorioso de todos los mortales". Acostumbrado al manifiesto y al panfleto, su fraseología recuerda al peruano la inclinación de Alberto Hidalgo por el vituperio y la dignidad de la que se recubre para denigrar al resto, en este caso, la farisea y vieja Inglaterra, la bruta y cruel España, la Prusia enamorada de la guerra, las envilecidas cortes europeas que devolvieron con mezquindad lo que el francés perdonó con magnificencia.

Hoy uno lee a Bloy por su libertad ensayística, por la ya en su tiempo "incorrecta" filiación católica, por ser una cumbre estilística literaria. Sin embargo, uno sospecha que esta admiración no le hubiera agradado en lo absoluto. Él habría renegado de un acercamiento que se solace en el aplauso desde el formalismo, ante la constatación de que es imposible adherirse a sus postulados. Apena, sí, saber que incluso a comienzos del siglo XX era posible amalgamar fe con ideas, pues hoy se considera al catolicismo como una plataforma desde la cual es imposible dar un buen salto (con excepciones como Nancy, hay quien mencionaría a Zizek).

Otra cosa que sorprende del francés es su capacidad profética: “Para quien ve en el Absoluto, la guerra no tiene sentido más que si es exterminadora, y el Porvenir muy cercano nos los demostrará”. Sólo tres décadas después Hitler materializaba esta idea, extirpando de Napoleón y tomando para sí el emblema de Anticristo. Si alguien dudase de las capacidades adivinatorias de Bloy, páginas después añadirá: “El bandolerismo endémico y hereditario se amplió, se extravesó, se magnificó hasta procrear en nuestros días el Imperio alemán que acabará quizá por roerse a sí mismo, como los enterrados vivos, en el sepulcro del desprecio y de execración que el socialismo está preparándole”.

Aunque el nombre de la institución que auspicia esta web parezca de broma, es posible leer la versión íntegra del 'Alma de Napoleón' aquí. Pero si sobran unos cobres, es recomendable la módica edición del Fondo de Cultura Económica.

La recomendación:
Ya puestos a sondear la dimensión metafísica de las cosas, ¿qué tal 'El Hueco que Deja el Diablo' de Alexander Kluge?

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miércoles, 12 de marzo de 2008

Ángel González


No buscaré un aniversario u otra excusa calendaria para compartir este poema. Cada vez que lo leo, y lo he hecho varias veces en estos días, pienso en cómo se nos escapa hacer una poesía que sea a la vez simple y compleja, que lo diga todo y lo esconda todo, que esté en el límite de lo explícito pero también sondeando la oscuridad. Éste es un poema hermoso. Se lo debemos a un viejo maestro (uno siempre tiene la edad que tuvo al morir). Es una pena que genios como él deban fallecer para que otros nos colmemos con sus palabras plenas. Si yo pudiera escribir alguna vez un poema -no digo versos, no digo la combinación afortunada de un adjetivo y un sujeto, digo, quiero decir, un poema- desearía que fuera éste. Ajeno a todo hermetismo, Ángel González ha creado el rasero bajo el cual debe medirse el logro lírico en lengua española. Por toda prueba, he caminado con su poema como un poseso, mostrándolo y leyéndolo por cubículos que se podrían definir como los antónimos perfectos de lo poético, e invariablemente las caras legas han mostrado asombro, los rostros escépticos han terminado haciendo preguntas, hay quien incluso pidió el nombre del autor, y más tarde, como si ignorase los alcances de mi pequeña revolución personal, he oído llamadas en las que voces nerviosas recitaban los versos con los que soñamos. El mejor homenaje que se le puede hacer a un poeta es leerlo. Hagámoslo entonces:

El poema:

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreir,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso-,
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando –luego- callas…
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.

La duda:

Como no tengo el libro donde aparece, he encontrado dos versiones del poema en Internet, uno que empieza con "Si yo fuera..." y otro que lo hace con "Si yo fuese...". Finalmente, me he inclinado por la versión que publica Gándara.

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domingo, 2 de marzo de 2008

Vida, Naturaleza y Ciencia: todo lo que hay que saber


Al fin un libro que cumple lo que el título promete, que en este caso no es poco. Difícil transmitir el entusiasmo que despierta esta joya capaz de fraguar un prodigio inverosímil para la víctima tipo del sistema estudiantil peruano: hacer de la ciencia algo interesante.

Ganten ordena, separa, categoriza y utiliza todas los medios que la pedagogía ha dispuesto como herramientas para la divulgación. Lo hace, además, sin condescendencia, anotando la generalización cuando el tecnicismo opaca en vez de esclarecer, apoyándose constantemente en ese principio de investigación que es el darwinismo, y sirviéndose, sin rehuir honduras, en los vericuetos dialécticos del sí pero no; por lo tanto.

Su campo de difusión empieza con el inicio de la vida en la Tierra -pregunta que en varias discplinas, como la biología, nos enteramos que ya hay respuesta, y acaba en el cerebro, misterio no menos fascinante que el cuerpo humano en sí y el universo, todas áreas de estudio que Ganten, Deichmann y Spahl exploran con paciencia y detenimiento. Suena brutal, a demasiado, pero de ahí que el adjetivo fascinante no sea gratuito, entre otras cosas, porque los autores se ocupan de hermanar dos ramas que jamás debieron separarse, ciencias y humanidades. Y como lazo de esa unión, una afirmación que, por evidente, a veces se escabulle: ambas son metáforas de lo mismo, la realidad.

Tal vez el libro sea de consulta y no se debería proponer una lectura lineal a estas más de 1000 páginas que por momentos provoca llamar el upgrade de ese clásico de la chiquititud que fue ‘El Libro de Preguntas y Respuestas de Charly Brown’. Pero lo mismo se puede decir del magnífico ‘Tercer Reich’ de Michael Burleigh, que también recomiendo leer de principio a fin en todas las sentonas que sean necesarias (ese es otro post). Lo interesante acá es que el cúmulo de información está diseñado para estimular a la mente curiosa, y también, por qué no decirlo, para proveer de data imposible al típico animador de runiones que sorprenderá con preguntas como ésta: ¿Sabían por qué el foco erótico del hombre de desplazó del trasero a los pechos?

Ganten resentiría el uso trivial de su libro, que para más señas empieza con una propuesta rescatada de la Ilustración: “piensa por ti mismo”. Pero para motivar al lector escéptico, citaré una serie de datos anecdóticos que ojalá sirvan de aliciente para el desavisado, aunque añadiré que si en mis manos estuviese, haría que la lectura de este libro fuese de carácter obligatorio para todos los escolares peruanos. El país me lo agradecería en 15 años.

Las citas:
- Una sola mutación de las algas permitió la conquista de la tierra seca.
- Una explicación a la división de sexos es que podría ser una forma de defensa ante los agentes patólogicos. Un animal genéticamente idéntico a otros opone menos resistencia a bacterias y virus.
- Técnicamente un virus no tiene vida, y por tanto, no se le puede matar.
- Si los creacionistas tuvieran razón, habría que preguntarle a Dios de dónde nace su preferencia por los escarabajos: 4 de cada 5 insectos lo son.
- Todas las aves descienden de los dinosaurios.
- La conducta altruista no existe en la naturaleza. El único ser capaz de altruismo es el humano (lo que permite revisitar la prédica cristiana y la idea de sacrificio desde otros ojos).
- Más del 99% del volumen de la Tierra sigue siendo inaccesible al hombre (lo que otorga nuevo oxígeno al axioma wildeano: "el misterio del mundo está en lo visible y no en lo invisible").
- Los hermanos coinciden genéticamente en un 99,95% (lo que pone en entredicho esa suerte de lema nacional de “soy su hermano pero no sé nada”). Más sorprendente aún: dos personas cualesquiera de la Tierra pueden tener un genoma idéntico en un 99,9%. Más aún, el hombre y el chimpancé coinciden en un 98,7%. Pero si te sentías ontológicamente superior al mundo debes saber que el hombre y el hongo de la levadura son exactamente lo mismo en un nada despreciable 30%.
- Etc.

Las recomendaciones::
El libro posee un apéndice de varias decenas de páginas, así que no caeré en el error de descubrir la pólvora. Sin embargo, me permitiré algunas recomendaciones acequibles que no tienen pierde:

- Si quieres ahondar en la Teoría Especial de la Relatividad, métele lente a ‘El Universo y el Doctor Einstein’ de Lincoln Barnett (Breviarios del FCE). Si quieres ir más allá, en El Virrey se consigue el imperdible ‘Hiperespacio’ de Michio Kaku.
- Si lo tuyo va por Biología y Genética el clásico es ‘El Gen Egoísta’ de Richard Dawkins, que se puede descargar aquí.
- Si te encantó el concepto de etología, consigue lo que puedas de Konrad Lorenz o de Vitus B. Dröscher.
- Si te sientes con ganas de celebrar con un año de anticipación los 150 de Darwin cómprate ‘El Origen de las Especies’, cuyo centenario de publicación también es en el 2009. Y además, dale un vistazo a esto.
- Si los mecanismos del cerebro siguen siendo el gran enigma de tu vida, deléitate con Oliver Sacks.

La curiosidad:
Hay algo que genera gracia en el lector no germano, y es una de dos: o el nacionalismo alemán es un suerte de orgullo vivo inescondible, o de verdad los teutones descubrieron prácticamente TODOS los adelantos científicos antes que el resto.

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